En diferentes ocasiones hemos observado en parques o calles a todo tipo de personas braceando enérgicamente al compás de un par de mancuernas, o, en el mejor de los casos tú perteneces a esta comitiva.
Para todos aquellos que acompañan su ejercicio cardiovascular con un par de pesas o mancuernas, que por lo regular oscilan entre un kilogramo a tres o cuatro kilogramos; tienden a creer que, conjugando estas dos actividades —cardio y pesas— lograrán quemar mayor calorías, al tiempo que aumenta la fuerza y la masa muscular.
Para dejar claro el tema, en primera medida, no es cierto lo del aumento muscular y como segunda instancia y, en congruencia a una mayor pérdida de calorías su rango es muy bajo, aumentando un máximo de 15% sobre la cuota general sin pesas de mano. Claro, muchos dirán que un 15% es peor que nada.
Pero, como resultado de esta actividad, la mejor opción es dedicar por completo el cardio al cardio (sé que es redundante, pero es así); dado que, si concentramos este mínimo esfuerzo de cargar algo “relativamente ligero”, lo que obtendremos será una menor concentración en el ritmo, siendo este la verdadera base para conseguir una mayor pérdida calórica.
Así mismo, al momento de cargar estas mancuernas y de acelerar los movimientos de los brazos, estamos sobrecargando nuestras articulaciones, debido a un movimiento conocido como torsión. Este movimiento, siendo superfluos sobre él, actúa a modo de rebote y genera al momento de bracear con este peso extra una carga articular mayor en hombros, codos y muñecas, causando que esos tres kilos, por ejemplo, aumenten como fuerza de carga, recayendo, claro esta, no en los músculos sino en las articulaciones.
Para concluir y siendo enfáticos, en el ritmo esta el asunto, de no dejarlo caer, mantenerlo firme y constante, e, inclusive, aumentarlo. Es más, con esto tendremos mayor gasta calórica al momento del ejercicio cardiovascular. De igual forma, no por esto dejar a un lado las pesas, es mejor acatar un movimiento para integrar su mayor rendimiento y luego realizar el otro. O, como dice el refrán: «El que mucho abarca poco aprieta».